Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores
cuando llegó al sitio de un leñador
y le suplicó que la escondiera.
El hombre le aconsejó que ingresara a su cabaña.
Casi de inmediato llegaron los cazadores,
y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra.
El leñador, con la voz les dijo que no,
pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña
donde se había escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano
y se confiaron únicamente en lo dicho con la palabra.
La zorra al verlos marcharse, salió sin decir nada.
Le reprochó el leñador por qué a pesar de haberla salvado,
no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió:
“Te hubiera dado las gracias si tus manos
y tu boca hubieran dicho lo mismo”.
Moraleja: No niegues con tus actos lo que pregonas
con tus palabras.
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