Varada y yerma en la playa serena sin mar,
El día en que emprendió un nuevo crucero,
Cansada y rota de lidiar ideales de nadie,
El viento amortiguó puñetazos en el aire,
Ecos de gritos estrangulados de zozobra.
Como un viejo puntal de tozudo metal,
Imaginó que nunca se combaría...
El día en que su ilusión se fue al traste,
Su corazón enmudeció su primavera,
El día en que se hundió su velero,
De corales de roca y cartón...
Se sintió tan libre, libre y viva,
Para esparcir sus cenizas al mar,
Para fundirse con brazos de sal,
Izando entre algas su hogar.
Atrapada en este mundo loco,
Postergó a sus seres queridos,
Apegada a sus mudos efectos,
Una válvula de escape halló.
Y lo que siento yo, tan callado,
Un lamento que me quiebra por dentro.
En este mundo hecho de acero y duelo,
La empatía es un espejismo bohemio.
Encerrada en su galera a medida,
Dejó de ser la más bella conocida,
Marchita, sus petalos en el suelo,
Pisados por los valientes de voz.
Y lo que siento yo, ¡ah!, impotencia,
Mis manos atadas, mi alma partida,
Una Isla sin puerto o un dique seco,
Anegado o erosionado por tu hoz.
Mas ahora mis lágrimas
Pueden retornar océanos,
Donde navegan ballenas,
Donde aletean tus alas.
Mas ahora te veo una,
Completa y segura de ti,
Con tus cabellos de fino oro,
Coloreando las aguas eternas.
Bañándote en tu recodo de paz,
Lejos de la vorágine que te enterró,
Lejos de los que no te entendieron,
Lejos de mi amor, de tus risas...
Y me veo en ese recodo,
En ese remanso vedado,
Arrebatado de mi vida,
Merecido por más...
Con tiempo para contarnos
Palabras impronunciables,
Secretos que me desvelan,
Montañas en mis hombros.
¡Cuántas cosas quise decirte,
Cuántas cosas se agazaparon!,
Que ahora son mis compañeras,
En las noches de tu ausencia...
Libres seremos,
Sin cadenas que tiran,
Sin miradas que queman,
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