Desde la primera mirada
mi boca quedó abierta
y tú te reíste,
nunca había visto
nada igual.
Ese rostro perfecto
yo solo hacía que
mirarte,
buscando algún defecto.
El David a tú lado, daba pena mirarlo,
busco y rebusco para
hallar alguna mácula,
pero ni física ni mentalmente
pude encontrar un atisbo
de imperfección.
Quién llegue a ser tú elegido
debe dar gracias,
a los dioses del Olimpo
porque nunca crearán
nada, remotamente parecido.
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