Voy dejando trozos
de mi alma,
a lo largo de mis años
a cual más amarga.
Después de cada derrota
la junto trocito a trocito,
y aunque consigo unirla
se nota cada herida de sufrimiento.
Me estoy quedando sin corazón
de tanto entregarlo a doquier,
y siempre me lo devuelven marcado
con llagas de dolor y de malquerer.
No aprenderé nunca a defenderme
de miradas de víbora encantada,
de hechizos de manos firmes
pero sobre todo de no saber decir,
no, a nada.
Porque una lágrima, me conquista
una sonrisa siempre me enerva,
la cara de pena,
Porque una lágrima, me conquista
una sonrisa siempre me enerva,
la cara de pena,
el alma me confisca
palabras amables,
palabras amables,
me dejan sin defensa.
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