Acepto que te escondas detrás de la indiferencia, si eso te hace bien.
Yo te espío desde lejos y me río. Y pienso.
Y me pregunto hasta cuándo lo aguantarás.
Te veo espiarme a través de las pestañas de tu guarida, como una niña jugando a las escondidas.
Crees que no te veo. Crees que no percibo tu mirada ni el temblor de tus manos cuando me acerco. ¡Si desde aquí puedo sentir tus latidos!
Y he dicho sentir, no escuchar. Tus latidos los escuché mil veces recostado sobre tu pecho. No te hagas la que no recuerda.
Pero acepto que te escondas detrás del olvido, si eso te hace bien.
Por el momento, me basta con que al menos haya un juego. Ante la ausencia de todo, un poco de algo es mucho.
Yo seguiré buscándote con la mirada y con el alma cada vez que suenen esos tangos.
Porque sé que son la llave que te abre las puertas para ir a jugar.
Y te haré el gesto que ya conoces.
Y me devolverás la sonrisa que ya conozco.
Y tu cuerpo y el mío, que tanto se conocen, se volverán a fundir en un mismo recuerdo.
Y entonces, yo aceptaré que te escondas dentro de mi abrazo, si eso te hace bien.
Aunque el juego sólo dure lo que dura un tango.
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