SINFONÍA I
Toca tu triste tonada,
toca tu sinfonía
inacabada e interminable,
que mis oídos muertos
sean su único auditorio,
que mis ojos pétreos
derramen lágrimas
de polvo y ceniza
emocionados por sus sones.
Transmíteme tu lejanía insondable,
tu intangibilidad más extrema,
como un espectro en la mañana,
como el aire
que ya no volveré a respirar,
como el cielo
cerrándose sobre nuestras cabezas.
Interpreta para mí tu sinfonía,
esa que nadie quiere escuchar salvo yo,
congelado en un grito eterno,
olvidado de lo terrenal y lo divino,
sumergido en esta vorágine
de la que eres vórtice,
mientras el mundo
aúlla de dolor,
mientras el cielo
derrama sus lágrimas de luz,
mientras del Averno
surgen las lenguas de fuego.
Toca para mí tu melodía maldita,
atrapado como un moderno Laoconte
en su maldición marmórea
mientras sigo preso de la belleza
de tu melancólica música.
SINFONÍA II
Dedícame
una composición de jazz,
dedícame un blues,
dedícame un tema,
una nota en la que hables
de la cándida perfecció
de las líneas de tu cuerpo,
de cómo resbala
el sudor por tu piel
formando regueros.
Interpreta un solo de jazz,
una estrofa de un blues melancólico,
en el que la música
se entrelace con el humo del tabaco,
en el que el licor
sepa a besos,
en el que las penas
se vayan por el desagüe,
que la añoranza de tu cuerpo
sea menos,
y el sabor a salado de tus labios
sea el sabor a mar
que quiero preservar
en mi boca.
Escribe en el aire
la partitura de tu tema,
cortando el aire
con el dorado brillo de tus pechos,
interpretando una nota vacía
en la que poder ocultarme,
un momento en el que aunar
mi cuerpo al tuyo
y reescribir toda la canción.
Es tu sinfonía del placer
la que quiero escuchar una vez más,
es el brillo de tus ojos
los focos en los que me quiero deslumbrar,
son los gemidos
la tierna voz en vibrato en la
que anhelo envolverme.
Quiero ser saxofón
para que tus labios me besen
y mi cimbreante vigor
esté siempre atrapado
entre tus piernas entrelazadas.
SINFONÍA III
rasga el aire
en un remedo a flamenco,
en un espejismo de danza erótica,
de ensueño seductor,
donde tus ojos son dos abanicos
que baten inquietos el aire
con majestuosas alas de águla
y precisión de colibrí.
Esa manera de agitarse,
donde tu cuerpo
es el reclamo de mi deseo,
donde tus besos
son un embrujo cargado de secretos,
cifrados enigmas
en el intrincado secreto
del complejo dibujo de tus labios.
Rasga el aire
una música nacida
de un corazón palpitante,
de un alma intensa,
encriptando las pautas de una seducción,
conjurando un embrujo
que ni los arcanos mayores
saben pronunciar,
pero que se oculta perfectamente
en las líneas de tu cuerpo,
exótica sinfonía
dispuesta para ser interpretada
en silencio.
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