Ambos elementos estaban confusos, comenzaron a sentir una emoción extraña. Querían acercarse el uno al otro, pero sabían que si lo hacían podían destruirse. Querían sentirse pero les inquietaba los resultados. Decidieron quedarse allí, cada uno en su lado, guardando distancia.
Dejaron pasar el tiempo, donde sólo se observaban, mientras sus mentes divagaban entre preguntas que no tenían respuesta. El silencio se acentuaba, sin embargo, había algo que estaba germinando dentro de uno, dentro del otro. Una energía comenzó a recorrer cada átomo de sus cuerpos, una energía que los alimentaba y a su vez les molestaba, pero no se atrevían a decir nada. Preferían guardar sus palabras e ignorar aquellas nuevas sensaciones.
El tiempo transcurría, así como transcurría sus reflexiones. Decidieron no mirarse de frente, decidieron ignorarse mientras despertaran de aquel extraño sueño. Decidieron callar y no compartir sus vibraciones y sus percepciones. Se sentían inseguros. Fue así como el miedo fue apareciendo. Un miedo que con el paso de los minutos iba creciendo.
A menudo sus miradas se descubrían una a la otra, se encontraban desvistiéndose, explorándose, sintiéndose de una manera diferente. Fuego se inquietaba, sus llamas se avivaban a medida que el miedo lo invadía. Hielo, en cambio se sentía más seguro, más tranquilo, dejando que sus partículas brillaran con intensidad por el reflejo de las llamas de fuego.
Pasaron momentos inquietantes, fuego quería buscar la manera de conectar con hielo. Era difícil para él, dada la nula experiencia que tenia. Él, sólo sabía destruir, consumir, carbonizar. Sin embargo, en ese momento no quería hacer eso con hielo, él quería sentir, conocer, escuchar, explorar. Se sentía un poco agobiado, algo afligido, se preguntaba qué sentirían sus llamas al ser tocadas por hielo. Quería saber si aquel frío le haría sentir algo diferente a lo que estaba acostumbrado. Quería saber si hielo podía lograr que sus llamas se vieran más hermosas de lo que eran. Pero aquellos súbitos pensamientos eran alejados por el miedo que se fraguaba dentro de sí- ¿y si le daño? ¿Y si consumo su frío? ¿Y si le destruyo? No, no podría perdonármelo nunca.
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