Dice que apague la luz y nos vayamos de mi habitación,
Dice que acabe por acabarme desde fuera que por dentro ya huele a quemado,
Dice que cierre los ojos y aprenda a soñar dejando atrás cerrojos varados,
Que me aprenda mi nombre a través de mi,
Pero al revés,
Y que busque las heridas para nutrirme y des hacerlas,
Que ya tocaba saborear el sol recién amanecido,
Que ya era hora de querer guardar el reloj en el bolsillo.
Me pide que vuelva a vestir de blanco todas esas calles pintadas de sangre,
Me pide que me pida el número uno para salir la primera y poder fallar sin miedo,
Dice que el punto llamaba a mi puerta hace siglos y no pude oírlo por tanta coma,
Dice que deje el corazón vigilado por si algún cristal oxidado le toca y se contagia,
Que deje prosperar a mi lado letal de vacío inmenso,
Quizás algún día pruebe la vida con ese sabor a magia,
Con esos pasos completos que a veces te suelen dar a tu segundo plato de luz,
Aprovechando hasta la última gota para poder sobre volarme algunas veces,
Dice que quedarse en una mirada un rato y sentirte cómodo es un hogar irreparable,
Que hay que cuidarlo y parar sus golpes de rabia cuando este cansado,
Que olvide qué está pasando y qué habrá que reparar cuando todo se haya marchado,
Dice que me deje de seguir contando los pasos,
Que ya era hora de brindar por brindar con otro vaso.
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